Como en cada caso en el que se produce de repente un hecho inesperado que altera la vida de las personas, aparece en aquellos con predisposición a padecerlo, el estrés postraumático. Las inundaciones que sufren principalmente la Capital Federal y los vecinos de La Plata sometieron a muchas personas a la pérdida de familiares, vecinos, sus pertenencias personales e incluso su vivienda y todo lo que poseían.
Estos hechos, no sólo traen aparejado secuelas económicas y físicas para las víctimas, sino también graves trastornos psicológicos a raíz de la experiencia traumática vivida. Muchas de las víctimas estaban durmiendo o bien en el lugar más seguro que tienen: su casa.
Según un informe del Centro de Estudios Especializados en Trastornos de Ansiedad (CEETA), con sede en el Partido de Pilar, situaciones fatales como las ocurridas pueden activar en quien lo sufre y lo sobrevive, o en los que lo presenciaron, un Trastorno por Estrés Postraumático, uno de los tipos de trastorno de ansiedad más comunes en estos casos.
“Este tipo de trastorno surge tras un cuadro traumático, en el cual aparecen síntomas que siguen a la exposición de un acontecimiento estresante y extremadamente traumático, donde el individuo se ve envuelto en hechos que representan un peligro real para su vida o cualquier otra amenaza para su integridad psicofísica. También sucede cuando la persona es testigo de un acontecimiento donde se producen muertes, heridos, o existen amenazas para la vida de otras personas”, explica la Psicóloga Especialista en Trastornos de Ansiedad y directora del CEETA, Gabriela Martínez Castro.
Los síntomas típicos de este cuadro son el temor, la depresión, la angustia, la desesperanza y el horror intenso. En el caso de los niños puede haber un comportamiento desestructurado o agitado.
“Luego de una tragedia de estas características, las personas quedan shockeadas, desorientadas en tiempo y espacio. Por eso hay que comenzar a orientarlas progresivamente y sensibilizarlas de a poco”, sostiene la lic. Gabriela Martínez Castro.
“Todo aquello relacionado con el hecho traumático es muy probable que no lo recuerden. Y en el caso que lo recuerden, no van a querer tocar ningún tema relacionado con el episodio ni visualizar ninguna imagen, ni pasar cerca, ni tener un objeto que les pueda llegar a recordar la situación de dolor”, agrega.
Hay que ser muy cuidadosos, porque obligarlos a recordar y a hablar del tema llevaría a un shock importante, una disociación en la psiquis de la persona. Por eso hay que favorecer la voluntad del sobreviviente. Hay que respetar los tiempos de la víctima, hay que respetar que no quiera recordar, porque es un mecanismo de defensa de la mente para protegerse.
“Es normal que una persona -sin que vaya a desarrollar ninguna enfermedad posterior-, que no quiera recordar nada, que no quiera hablar del tema. Esto es normal durante un mes, si acabado ese plazo la persona sigue mal, con pesadillas, con situaciones de horror, con sensación de indiferencia emocional, de anestesia afectiva, situaciones de ira, depresión y con un fenómeno muy común que es la reviviscencia, hay que consultar a un médico inmediatamente y abordar el problema con un tratamiento específico”, recomienda la experta Martínez Castro.
La licenciada Gabriela Martínez Castro, directora del CEETA, está disponible para consultas o entrevistas sobre el tema. Comunicarse al 0230-4664772 ó 011-15-6096-4656 para concretarlas o enviar un mail a fernanda@quasarcomunicacion.com.ar |
La especialista continúa diciendo que “esto último, la reviviscencia, consiste en revivir la situación traumática con los cinco sentidos, tal como si estuviese ocurriendo nuevamente, con las conductas que desarrolló durante la situación traumática. No es un mero recordar, sino un re-experimentar, conductas que desde el observador son inapropiadas para la situación en la que se encuentra”.
“Esta reviviscencia se puede dar cuando se está bañando, o se está desayunando. Son segundos de revivir el hecho. Cuando estas situaciones se dan, hay que consultar inmediatamente a un especialista
“La persona hace un corte de conciencia con la realidad, y revive la situación que colocó en riesgo su vida, su psiquis, o ha sido testigo de ella, tal como sucede a los veteranos de guerra o víctimas de catástrofes naturales, como terremotos, etc”, dice la psicóloga.
Además, advierten desde el CEETA que “de no recibir tratamiento, el trastorno se torna crónico e incapacitante, interfiriendo severamente con las actividades cotidianas del sujeto, como trabajar, estudiar, hacer vida social, etc”.
“Esta situación también se da en la persona que es testigo de un acontecimiento donde se producen muertes, heridos, o existen amenazas para la vida de otras personas”, explica la Psicóloga especialista en trastornos de ansiedad.
También se da frecuentemente la culpa del sobreviviente, mucha ira por no poder evitar la muerte de un amigo, de un ser cercano. “Insisto, si esto sobrepasa el mes cronológico hay que consultar a un profesional, porque el cuadro avanza hasta incapacitar la vida de las personas”, dice la especialista.
“Luego de un tratamiento, la persona debería llevar una vida totalmente normal y con el paso del tiempo este dolor se iría mitigando hasta convertirse en un recuerdo, desagradable, pero que no le impide llevar una vida normal”, finaliza.
El Fenómeno de la Reexperimentación
Martínez Castro explica que “luego del trauma, el sujeto puede presentar el fenómeno de la reexperimentación, es decir, vuelve a experimentar la situación traumática, con todos los sentidos, tal como si la estuviera viviendo, no recordando, sino reviviéndolo. La persona se comporta como si estuviera en el momento del acontecimiento, cuando en realidad, no lo está”.
Además, quien lo sufre, evita exponerse a estímulos asociados al episodio. Sufre de embotamiento afectivo, ya no responde afectivamente como solía hacerlo, la persona está como anestesiada. Aparece también la incapacidad para recordar determinados episodios del trauma; una reducción del interés en las actividades de la vida cotidiana; la sensación de desapego afectivo frente a los demás; la sensación de un futuro desolador; dificultades para conciliar o mantener el sueño; irritabilidad o ataques de ira; dificultad para concentrarse y para atender y memorizar respuestas y sobresalto emocional (se asustan fácilmente).
El Tratamiento
“Las alteraciones pueden aparecer inmediatamente o al mes del episodio traumático, y hasta demorar 6 meses en su aparición. El tratamiento más adecuado puede ser una terapia cognitivo-conductual, por la brevedad y la rapidez en cuanto a la recuperación”, recomienda Martínez Castro
Por último, es necesario tener en cuenta la intensidad, duración y proximidad a la exposición del acontecimiento traumático, que constituyen los factores más importantes que determinan la probabilidad de padecer dicho trastorno.
La directora de CEETA asegura que “todos estos trastornos se recuperan con un tratamiento específico de terapia cognitivo-conductual (TCC) y la posible aplicación de medicación, en caso de ser necesario”.